El reloj de plata siguió midiendo inexorable el tiempo como si todavía el tiempo importase, como si a la vida le restaran aún segundos por contar
Los demás relojes, todos los relojes clavados al panel de corcho o sujetos a las paredes junto con barómetros y termómetros, anunciaban horas incongruentes, arbitrarias, disparatadas.
Manuel nunca supo explicarse de dónde le venía esta fascinación por la medida, por el control del tiempo, por la exactitud de las previsiones... El caso es que todos aquellos artilugios le encandilaban y le procuraban una sensación de seguridad y dominio.
Él, tan amante de la precisión, no podría determinar el...