lunes, 2 de abril de 2012

EL NIÑO NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA

El niño no tiene quien le escriba…

y sin embargo no deja de esperar que el cartero deposite en el buzón del portal de su casa una carta con su nombre y apellidos en el sobre.

El niño no tiene quien le escriba…

Ni siquiera obtiene respuesta a la carta que cada año, poco antes de las Navidades, escribe trabajosamente, apretando mucho el lápiz entre sus dedos, tanto como aprieta su lengua entre los dientes para concentrarse mejor, a tres hombres  misteriosos y lejanos  que son tan generosos como para llenarle la habitación de regalos, pero que andan tan escasos de tiempo que no se detienen un momento a contestar su ilusionada misiva ni a sus promesas de ser más bueno el próximo año.

El niño no tiene quien le escriba…

Y es que ignora que, aunque sea el rey de la casa, el niño mimado de sus abuelos, el juguete preferido de sus primos de más edad, él, a sus cuatro años, no es nadie para la compañía de la luz ni para los bancos porque no tiene un contrato a su nombre ni una cuenta corriente. No es nadie para la sociedad de consumo en la que le ha tocado nacer. Por otra parte su teléfono móvil de plástico verde manzana siempre está operativo, sin depender de los abusos de ninguna compañía telefónica. Funciona cuando él quiere conversar, y sólo, de vez en cuando, su papá tiene que cambiarle las pilas, y si papá no está, da lo mismo porque a  él le sigue funcionando igual.

El niño no tiene quien le escriba…

Tampoco sus padres -aunque él crea lo contrario cuando ve el buzón del portal a rebosar de sobres con membretes que  aún no ha aprendido a identificar- tienen quien les escriba porque ya nadie pone por escrito sus promesas de amistad, sus juramentos de amor, el sentimiento de un pésame. Si acaso, un breve sms o un impalpable e-mail en los que es imposible rastrear el temblor de la mano que empuña la pluma, el vigor o el desmayo de las sílabas, o la huella de una lágrima sobre el papel.

El niño no tiene quien le escriba…

Y por eso sus abuelos han decidido escribirle una carta, con su nombre y apellidos bien claritos en el sobre, en la que le recuerdan lo mucho que le quieren, aunque estén lejos, y le han llenado una hoja con estrellitas y pequeños corazones que el niño contará para conocer el número de besos que le envían mientras esperan abrazarle de verdad.

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