“La memoria lo es todo para mí.
Tanto recuerdas,
tanto vales”
(La oscura historia de la prima Montse. J. Marsé).
¿Cuánto dura un siglo...? ¿cuántos años tienen que
pasar...? ¿cien... mil...? ¿qué es un siglo?
Agosto 2005
El huracán Katrina
acababa de destruir Nueva Orleáns. Siempre quise viajar a Nueva Orleáns. Ahora
no sé cómo llegar. ¿Es un estado? ¿una ciudad? ¿por qué no lo recuerdo? Días
más tarde la televisión habló del estado de Luisiana. Dijo lo que yo siempre
había sabido y acababa de olvidar. Nueva Orleans es una ciudad y no un estado.
¿Cómo fui capaz de esa confusión, yo que soy una apasionada de la geografía,
que conozco estados y ciudades como si
los hubiera recorrido palmo a palmo?
Olvidé el nombre de la calle. Sólo recordaba los sillones de mimbre y el sol
luminoso que parecía estar dentro de la habitación, de este lado de la ventana
sin cortinas, bañándo nuestros cuerpos desnudos con su luz dorada.
¿olvidaré –quizá en
un día no demasiado lejano—olvidaré también que te amaba?
Hubo un eclipse.
El sol se oscureció casi por completo (también mi mente se oscurece a veces en eclipses inesperados) La tierra olvidó momentáneamente el contorno nítido de las cosas que se se volvieron difusas –como a mí los recuerdos que creí fieles durante años y ahora me abandonan desdibujados en esa falsa noche que es el olvido, igual que observo la confusión de los pájaros sorprendidos por la noche repentina sin acertar con sus nidos.
El sol se oscureció casi por completo (también mi mente se oscurece a veces en eclipses inesperados) La tierra olvidó momentáneamente el contorno nítido de las cosas que se se volvieron difusas –como a mí los recuerdos que creí fieles durante años y ahora me abandonan desdibujados en esa falsa noche que es el olvido, igual que observo la confusión de los pájaros sorprendidos por la noche repentina sin acertar con sus nidos.
Un cerco amarillo, un anillo luminoso indicaba que el sol
seguía ardiendo, aunque no lo viéramos.
En ese instante percibí con horror el
comienzo del declive: Fui consciente de la
aparición de la inconsciencia y supe que en lo
sucesivo mis días estarían apenas iluminados por un tenue
resplandor tras el cual acecharían las sombras de la desmemoria.
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