lunes, 21 de enero de 2013

FINISTERRE



Llegó huyendo de nadie,
huyendo de nada,
perseguida sólo de vez en cuando por las gaviotas.
El sol se derramó sobre su espalda
y tiñó sus hombros desnudos del color de la arena rubia.
Se detuvo y miró la playa bajo sus pies

El mundo terminaba allí mismo, 
al filo del acantilado.
 Si ya no quedaba tierra que pisar –pensó-
tampoco merecía la pena seguir avanzando.

Llegó huyendo de nadie, 
huyendo de nada.
Atrás quedó el murmullo de las ramas al atravesar el bosque
que a ella se le antojó un clamor humano.

Imaginó lo que sería estar muerta.
Muerta y hermosa.

No tuvo valor para arrojarse al vacío.
Descendió con precaución por las rocas,
se tendió al borde del agua.

 Los encajes de su vestido de novia
se confundieron con la espuma de las olas.

 Y el mar la desposó.

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