Pero claro, en estas fechas,
imposible.
-Mis padres cenarán con
nosotros -me anunció mi marido.
Debió de notarme algo raro
en la cara porque enseguida añadió:
-Acuérdate de que el año
pasado se fueron a Lugo, a casa de mi hermana.
Pues claro que me acuerdo.
¡Como para olvidarme! Menuda turra me dio a cuenta de que sus padres ya estaban
muy mayores para un viaje tan largo y que mejor habría sido que se quedaran
aquí con nosotros.
-Total, ellos no dan una
molestia ¿verdad?
-No, amor - digo para ponerme
a tono con el “espíritu navideño”.
Bueno, mejor será que me
ponga a hacer la nota para la compra porque si no me pasará lo de todos los
años, que al final siempre acabo con el dichoso marisco que me deja el mantel hecho
una cetárea. Y además que, claro, “eso no
es plato”, que diría mi suegra. No, a ella hay que ponerle la lombarda, el
besugo y el cordero. ¡Habrase visto! ¿es que esta mujer no se ha enterado de
que estamos en crisis?
¡Dios, qué nervios! ¿Dónde
demonios he dejado la caja de los ansiolíticos? Es que si no tomo una pastilla
ahora mismo, me va a dar algo. Ah! Aquí está. Debajo del periódico. Si es que este hombre deja las cosas por cualquier sitio... Voy a
echarle un vistazo a ver qué películas ponen esta noche. ¿pero qué dice aquí?
"¿Un ansiolítico? No
mejor correr por el parque"
"¿Un lexatín? No, mejor
váyase a sudar al parque"
La verdad es que mi suegra ha arrugado el morro cuando le he puesto delante el plato con dos huevos fritos y al lado el cuenco de barro con las sopas de ajo.
Menos mal que mi suegro ha salido al rescate:
-Ya iba siendo hora de que alguien pusiera sentido común a estas celebraciones. ¡Gracias, hermosa! - me dice mientras le chorrea la yema del huevo por la barbilla.
Me acerco y le beso.
¡FELIZ, NAVIDAD!
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