jueves, 18 de septiembre de 2014

LA HORMIGA REPUBLICANA

¡Ya le vale!, se dijo la hormiga mientras cargaba con un pesado grano de trigo hacia el hogar comunitario.
-Esta vida  más que una vida de hormiga se está convirtiendo en una vida de perros. Todo el día atareada de acá para allá. Es la desgracia de haber nacido obrera, claro está. Si hubiera nacido reina... me traerían la comida a casa y yo tan ricamente.
"Pa´" mi que estoy envejeciendo. 
Se inclinó para mirarse en el espejo que tenía más a mano: una hoja de roble en la que titilaba una gota de agua, resto de la tormenta de la madrugada.
-¡Qué horror! ¿Soy yo "eso"?
"Eso" era un cuerpo casi esquelético, todo patas y con una gran protuberancia en la espalda.
-¿Pero desde cuándo me ha salido chepa?
Se dio la vuelta con rapidez para mirarse por detrás y la joroba se le vino abajo con el estruendo que arman las semillas al ser aplastadas.
-Uf, menos mal. Creí que me había convertido en dromedario. La verdad es que como siga acarreando estos pesos voy a terminar hecha un ocho.
Volvió a mirarse en su espejito. Quizá sus ojos la engañaron y tal vez fuera el temblor del agua movido por la brisa, pero a ella le pareció que su cuerpo ondulaba y se movía como el de una bailarina de ballet siguiendo un ritmo que tardó en identificar. Era una música conocida. ¿Dónde la había escuchado antes? Movió las antenas tratando de captar los sonidos, pero los sonidos no llegaban transmitidos a través del aire ¡qué va! Aquellas notas estaban dentro de su cabeza desde la tarde soleada en que oyó entonar a la cigarra su canción de libertad.
-Si la música nos hace libres, ¡cantaré! Cantaré todos los días de mi vida y mientras el cuerpo aguante, también bailaré y...¡al diablo el trabajo! ¡Que la reina se procure su propio alimento y el de su prole!
La hormiga se sentó a la puerta del hormiguero y comenzó a cantar con todas sus fuerzas.
La hormiga reina y las hormigas obreras escuchaban incrédulas. Algunas de estas últimas fueron saliendo disimuladamente de sus túneles y se unieron a los cánticos hasta formar una gran coral que reivindicaba una vida mejor.
La hormiga-reina golpeó furiosa el suelo con sus seis patas.
-¡Que quiten a esa hormiga republicana de mi vista!- ordenó. 

Las hormigas más sumisas obedecieron de inmediato su mandato y arrastraron a la rebelde hasta una celdilla oscura al fondo del hormiguero. A pesar de su aislamiento, la hormiga republicana se sentía feliz porque a través de los túneles de tierra se filtraban las voces de sus compañeras díscolas que entonaban sin pausa el himno de la libertad.