LUNAS
DE SOLEDAD
Cuatro veces había iluminado la luna
la negrura de la aldea desde que Juan Eusebio se llevara a la niña.
Y aún otras cuantas había de rodar por
los cielos antes de que llegara la carta.
Las manos de mamá
Hortensia vagan indecisas en la mañana, en aquel hueco de día que se ha quedado
vacío ahora que no tienen el pelo brillante y negro de la niña trenzándose
entre la destreza amorosa de sus dedos…
“Ya las
tres nos hemos quedado huérfanas”
… y ambas manos asienten
con un aleteo de pájaros extraviados mientras buscan desorientadas en el aire
una tarea nueva a la que asirse, una ocupación que las distraiga de la
extrañeza de la ausencia.
Toma la pichana
de un rincón y vuelve a barrer. La escoba repasa una y otra vez el suelo de pambil.
Después de la marcha de la niña estuvo días
sin barrer la estancia.
“No le voy a echar fuera las huellas”
Pero ya el aire frío de abril le entraba el
otoño por la puerta y llenaba la casa de
hojarasca. El crujido de las hojas secas lo sentía como un gemido.
“Tal vez que no sean las hojas...
tal vez soy yo, que me duelo”
Por las dudas
arrojó fuera las ramas y el follaje muerto, pero dentro del corazón seguían
chasqueando los suspiros.
De Pangua le trajeron la carta.
-Aquí tiene,
mamá Hortensia, en avión mismito le ha llegado.
En avión...
Volando... Igual que se había ido la niña.
Señora
Hortensia Huamán
El
Corazón, cantón Pangua
COTOPAXI (ECUADOR)
Esas palabras había escrito la niña en el sobre azul.
Esas palabras había leído el empleado del correo. Esas mismas palabras y todas
las que venían dentro, ordenadas en líneas, habría leído mamá Hortensia de
haber sabido leer, pero hubo de esperar a que alguien le desenmarañara aquellos
trazos incomprensibles para ella.
Ahora
sí. Ahorita reconocía las palabras. Y no
era Pedro Lizardo leyéndolas en voz alta. No. Era la voz de la niña, la voz de
Manuela quien le susurraba...
...tú sabes bien que nunca me canso de correr, de jugar, de saltar...
pues ya ves cómo en el avión estaba de cansada. Allí sentada, quietecita,
tantas horas sin moverme, viendo llorar a la gente... Son tristes los aviones... Quizá haya algunos
que no. Tal vez en otros vuelos las personas rían felices, pero en este avión
que nos alejaba de Ecuador yo no veía más que rostros preocupados y ojos con
lágrimas...
“Ya la pobreza le va
robando los hombres
y mujeres a la aldea.
No más quedaban los
niños...
y también”
Pedro Lizardo prosigue la lectura
... el cansancio y las penas se fueron cuando abracé a mi mamá y a Bernardo...
Luego, la casa. ¡Cómo había de gustarte la casa! Tener agua es la cosa más
linda del mundo. Basta levantar una palanquita del grifo y el agua mana sin
esfuerzo, igual la fría que la caliente. Mi mamá sin embargo dice que mejor la
fría. La caliente cuesta más plata...
Diez años había estado mamá
Hortensia acarreando agua del pozo. La había bañado desde que era una wawa.
Apenas había dejado de mamar cuando la Rosa, la nuera, se fue a España a
reunirse con Juan Eusebio y la encomendó a su cuidado. Cada sábado le había frotado
el cuerpo con hierbas olorosas.
Verdad era que en los últimos
tiempos ya no lo hacía. La niña tenía vergüenza de los bultitos que le iban
creciendo en el pecho y era ella misma quien llenaba el balde de plástico y se
lavaba apresurada detrás de la cortina de colores. Después iba a que mamá
Hortensia le abrillantara el pelo con aceite de ungurahua y le trenzara
los cabellos.
...la escuela aquí es mucho más grande, con un patio
amplio en el que jugar, y cerquita de la casa...
“Andate,
niña, no vayas a enojar a la maestra con la tardanza”
Y la niña Manuela caminaba
aprisa sus tres kilómetros bajo la lluvia o el sol de la mañana.
...te echo de menos, mamá Hortensia. Cuando vuelvo del
colegio la casa está vacía porque todos, mi papá, mi mamá y Bernardo, están aún
en el trabajo…
Mamá Hortensia había aguardado
cada tarde el regreso de Manuela. La esperaba en la puerta, ansiosa de
descubrirle en la mirada las palabras nuevas, los conocimientos recién adquiridos.
...pero estoy contenta porque aprendo muchas cosas ¿Sabes
que ahí, en los Andes, se puede llegar a vivir hasta 115 años, o más?
Mamá Hortensia se puso a
contar por los dedos, pero no supo calcular cuántas lunas de soledad le
restaban aún a su vida.
Aunque veo que no públicas.
ResponderEliminarMe he quedado de seguidora.
Gracias por tus palabras a pesar de mi recuperación sigo necesitando empujes bonitos como el que me has dejado.
Un beso
Gracias,reina
Eliminar